Fantasear…
Hoy deseo
retomar los sueños de la niñez, las fantasías creadoras de mundos propios,
llenos de aventura y alegría. No se trata en mi caso de volver a ser un niño si
no de disfrutar de este privilegio mientras soy adulto.
Cuando veo
los ojos de mi hijo, su brillo y su sonrisa, quisiera observar el mundo a
través de esas redondas ventanas.
Hoy gozo
con los momentos en los que parezco distraído, porque por un instante el famoso
niño interno, ha robado un espacio de mi tiempo para recordarme mis sueños,
para transportarme a su mundo, al igual que cuando mi hijo me lleva a su
cuarto, a su mundo, para inventar, para imaginar, para hacer posible lo que
queramos.
Creo que a todos
con cierta frecuencia nos rescata nuestro niño de las rutinas, el estrés o el
cansancio, para hacernos recordar nuestros anhelos, no solo para hacer memoria,
sino para incentivarnos a lograrlos. La diferencia de un niño y de un adulto en
este caso, radica en que el adulto ahora posee lo necesario para hacer de las
fantasías de sus niñez parte de este mundo real, para transformarlo y hacerlo
cada día mejor.
Sueña,
desea, fantasea, imagina y crea… Estas son palabras que le deseo repetir a mi
hijo. No le diré que luche por sus sueños, pues cuando luchamos por algo es
porque no lo poseemos, pero lo cierto es que nuestros sueños serán siempre
nuestros. Le diré que los construya para transformar, que los disfrute y sobre
todo que los contagie.
Y vos ¿a
qué soñás? ¿a qué jugabas en tu infancia? ¿Qué de tu imaginación quieres traer
a este mundo real para transformarlo en un mejor lugar? Yo creo que si se puede…
¿y vos?